miércoles, 19 de enero de 2011

El quebranto


El Quebranto

Sobre Salmos 90:3, que reza así:
Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombre.

Definiciones según el diccionario:
QUEBRAR: romper una cosa; Doblar, torcer; Interrumpir la continuidad de algo; Debilitar la fuerza de algo.
QUEBRANTAR: Romper, separar violentamente las partes de una cosa.
CONVERTIR: Cambiar una cosa en otra.

PRÓLOGO
Jesús vino para interrumpir el proceso del pecado en el corazón del hombre (si este se abre a su llamado).
El quebranto, la rotura interior, es producido por el pecado en sí y por la opresión satánica sobre el individuo. La conversión es volver el corazón a Dios, de donde un día fue sacado cuando se quebrantó esa comunión.
El sistema del mundo, Satanás y nuestro pecado también, formaron un “todo”, de donde necesitamos ser arrancados con violencia.
Cuando la persona es quebrada por los problemas, y agobiado por éstos, sucumbe. La situación nos pone contra un muro infranqueable, que cubre, tapa toda visión o esperanza de superación. La mayoría de los que toman decisiones trágicas a sido porque enfrentó este muro y no supo más qué hacer.
Dice la escritura: La paga del pecado es muerte, y, quizá, un suicidio es un cobro adelantado.

PARTE 1
Dentro de la vida cristiana el “quebranto” es producido por Dios y para medicina nuestra. La obstinación del corazón es difícil de tratar, pero El sabe como hacerlo!
Jesús no fue “quebrantado “por causa de pecado propio, pues no lo tenia, ni por el acoso satánico. Isaías 53:3 nos habla de que el “quebranto” fue su experiencia constante. No llega a ser experimentado en algo de la noche a la mañana. Y en el verso 10 nos dice que “a pesar de que no hubo maldad ni engaño en su boca (v.9) con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento”.
Es decir, una de las formas que Dios utiliza para quebrantarnos es sujetándonos y, cuando Dios se propone esto, no hay   escapatoria posible (gracias a Dios).De pronto nos encontramos en situaciones que, sin buscarlas, nos comienzan a cercar por todos lados. Lo más inconcebible e ilógico comienza a sucedernos. La poderosa mano de Dios (1ra Pedro 5:6) nos aprieta y nos sujeta. La inmovilización es completa (una especie de privación en el plano espiritual para determinar y tomar acciones), y lo peor que puede pasarnos es: primero, no entender que es Dios quien lo está ejecutando; segundo, achacarle culpas al diablo; y tercero, caer en cierto estado de frustración y locura por no entender el proceso.
Si esto no fuera producido por Dios, diría sinceramente que no se lo deseo a nadie (pero no es así!).
Jesús “por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5:8), aunque era…HIJO!
¿Qué somos nosotros? ¿Hijos?
¿Qué esperamos? ¿Caricias sobre nuestro ego enfermo?
Mi voluntad, acostumbrada a la obstinación, no podrá ser sujetada sino por el quebranto. Dios controla esto, cuando estamos marcados por Él.
Ejercerá su presión hasta lograr su objetivo, y en esto, unos tenemos más largos caminos que otros. Para quebrar nuestra voluntad, se nos cerrarán caminos; cosas normales que todos pueden hacer, para nosotros será imposible de realizar. Pretenderemos dar un paso en una dirección y el camino se nos volverá en contra. Crisis envolventes y asfixiantes nos cubrirán cual manto pegajoso. Ninguna oportunidad de nada habrá por delante, ningún incentivo, ninguna motivación, ningún plan florecerá, ninguna “puerta de emergencia” se abrirá para el escape. Estaremos acorralados, cercados, bajo accedió… Divino! (Lamentaciones 3:1-33, ver especialmente Vs. 7 y 9).
Al dolor de esta situación precede la agonía…, el no saber “el tiempo” que ha de durar la misma, va martillando nuestro cerebro. Jesús dijo: “el que pierde su vida por causa de mi” y parte del “perder” es soltar mi tiempo-mi vida-, en las manos de Dios. Del nacimiento a la muerte hay un periodo que nos urge y que no nos es devuelto y que llamamos tiempo. Cuando este manejo de el nos es cortado por los tratos de Dios, se suscita la mayor reacción en nuestro interior. Victoria es ceder nuestro tempo a la soberanía de Dios. Y ceder es morir.
Paciencia es el arte de perder tiempo en espera de algo (Romanos 8:25)
Por algo dijo Jesús: “en vuestra paciencia ganareis vuestras almas”
Tomando la cruz puedo ceder y perder mi tiempo, y rendido a la soberanía de Dios, acatar su Voluntad en su diaria expresión sobre mis caminos. Cuando Jesús dijo:”Padre, si es posible pase de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la Tuya, nos mostró una de las máximas expresiones de pérdida temporal.
El alma se desespera buscando una respuesta. El espíritu amenaza con explotar, hasta que…crack, se produce el primer quiebre, y luego otro, y otro… La cruz va siendo colocada sobre nuestra cerviz. Sólo nos quedan dos opciones: rebelarnos contra Dios e irnos de cabeza al infierno o, en su temor, acatar el Proceso Divino y recibir la cruz con beneplácito. Al final de cuentas, ella es la que me libera de mí mismo y me ata a Cristo, es la que me permite soltar lo movible para asirme de lo inconmovible, es mi puerta de acceso a la gloria y a esa comunión con el Padre que sólo El tiene con aquellos que trata y disciplina (Hebreos 12)
Hoy estoy pasando por esta experiencia (atisbo que pronto llegará su final). Ya he pasado por otras con anterioridad, pero, recién en ésta tengo la certeza firme de que Dios está tras ello y me he rendido a sus tratos (Salmos 46:10).
Mi rebeldía de principios ha dado paso a una conciencia mayor de mi Padre, y sé que todo me ayudará a bien (porque le amo). Su celo me cuida y me sostiene. Y me priva de buscar terapias alternativas en busca de alivio, llámense escapismos o evasiones.
Sí, los procesos son duros, vistos desde nuestra óptica finita. El fuego del proceso (“Os he escogido en horno de aflicción…” Isaías 48:10) quema fuerte, pero…lo que nos va quitando, en definitiva, es aquello que no tiene cabida en el cielo y que nos impedía ser auténticos y transparentes. Poniéndolo en balanza, sólo se nos sacó basura (Filipenses 3:8) que nosotros teníamos tenazmente. Caprichos y terquedades de nuestro ego contrarios a Jesucristo y a su carácter. El proceso es un aguijón que se nos clava por dentro y, poco a poco, va exponiendo a la luz lo que nos falta de Jesús y lo mucho que teníamos de nosotros mismos. Nos pone en evidencia frente a los demás porque, dentro del horno, no hay manera de ocultar la realidad de lo que nos está pasando. Somos “contados como ovejas para el matadero” (Romanos 8:36), y la burla y el menoscabo de quienes nos rodean se perciben como bofetadas día tras día. (Marcos 14:65; Juan 18:22).
No entender lo que está sucediendo al principio, y no ser comprendido, es lacerante: ¿cómo dar explicaciones cuando no hay palabras humanas que expresen lo que significa la agonía?
La burla te salpica: “Si eres hijo de Dios, ¿cómo podes estar en semejante situación?”
“Salí de ella, vos no podes estar así, esto no es de Dios” (Mateo 27:43). “Ten cuidado de ti mismo…”
Es que lo que te está pasando no encaja en la filosofía del evangelio contemporáneo y “light”. ¿Cómo pueden mostrar comprensión aquellos que han soslayado la cruz como nexo entre el cielo y la tierra? ¿Cómo entenderte alguien que nunca ha estado en el horno y ni siquiera ha sido tocado por el fuego?
Hasta que al final quedas solo, porque se muere solo. La muerte del cristiano es solitaria, particular, en donde hasta Dios parece haberte dado la espalda (Mateo 27:46). ¿Será que el Padre quiere hacernos semejantes a Cristo aún en sus momentos más críticos? (Filipenses 3:10)
¿Y dónde están, en esta hora, aquellos que me rodeaban y pregonan la “Súper Fe”? Si intento encontrar en ellos una palabra de esperanza, mi proximidad les perturba. Sus conceptos sobre lo que ellos consideran qué “es” el evangelio, es sacudido y se evaden. En sus conceptos no soy más que un fracasado.
Sólo la Escritura trae alivio; el saber que otros pasaron por tal situación, y, principalmente, las palabras y los hechos de Jesús mismos.
El “menosprecio al oprobio” (Hebreos 12:2 y 3) que la palabra nos insta a considerar, como así también a llevar su vituperio (Hebreos 13:13) nos es un paso a ejecutar. Jesús pasó por esto pero luego…SE SENTÓ a la diestra del trono de Dios. La verdad nos consumirá hasta hacernos descansar junto al Padre. No hay gloria sin cruz. Jesús no se equivocó. ¡Él vive! ¿Dónde están sus angustiadores de antaño? Y… ¿Qué fruto nos dejó su cruz?
Amado hermano: ya no es mi intención ser comprendido. Mi entendimiento se ha abierto y ahora comprendo yo, encomendando a Dios mi espíritu. Escribo para bendecir. Sé que muchos pasaron y pasarán por esto. El Señor ha estado conmigo en el horno y me sacará adelante, y, desde las cenizas de mi viejo hombre, Él hará resplandecer su obra en mí. He guardado la fe.
Miró adelante, al premio del supremo llamamiento… (Filipenses 4:13). Toda nuestra misión es renovada y purificada, las escorias son quitadas del oro y la joya, que es Cristo en nosotros podrá expresarse sin tanto barro que obstaculice su resplandor.
Cristo vino por un nuevo hombre y lo está logrando. Si te ha tocado el privilegio de ser llamado al taller del Maestro y ser puesto en el crisol, no temas: lo único que saldrá de ti es la escoria, que no tiene arte ni parte entre las joyas que Dios está elaborando para coronar el triunfo de Jesucristo. Lo estimado que eres no depende del concepto del hombre. Hay alguien que te ama y vela por ti, y que es el único que tiene la facultad de aprobarte. Él no se maneja de acuerdo a los criterios del hombre; tú no lo hagas tampoco. Tenés su palabra, tenés su amor, tenés su promesa. Esta leve tribulación momentánea pronto pasará, y vendrá Aquel que te ha tomado, sujetado, quebrantado… y glorificado (Romanos 8:30).
Puestos los ojos en Jesús (Hebreos 12:2), y ésa, tu fe, será hallada en alabanza, gloria y honra cuando Jesucristo sea manifestado (1ra Pedro 1:7)

BENDICIONES;
Carlos Raúl Seewald

No hay comentarios:

Publicar un comentario