miércoles, 26 de enero de 2011

ASPECTOS SOBRE NUESTRO “EGO”


ASPECTOS SOBRE NUESTRO “EGO”
Parte 1

El ego compite y rivaliza con Dios.
Es una fuerza que todo lo atrae hacia su interior, como los famosos “agujeros negros” de este cielo cósmico que nos rodea. Devora todo a su paso. Al desprenderse el hombre de Dios por su desobediencia, comenzó -por así decirlo- a girar en torno a sí mismo. Tomó conciencia de su separación y se sintió desnudo, sin ropaje y sin cobertura divina. ¡Perdido! (Génesis 3: 7)
Para volverlo a Él, Dios tenía que hacer algo en él. Por sus propios medios le era imposible (Mateo 19: 26; Lucas 18: 27). Jesús lo enfatizó, y marcó con sus palabras lo grave de esta situación.
“Os es necesario nacer de nuevo”. (San Juan 3: 3)
El hombre precisaba de la mano de Dios y por ello vino Jesucristo. (San Juan 3: 16). Dios ama a su criatura y urgió los medios para volverlo a Él. En las Escrituras observamos su plan maestro realizado a nuestro favor y vemos como Dios volvió otra vez a reconstruir su casa (1ª Pedro 2: 5).
Por medio de la gracia de Dios volvemos a nacer por la bendita obra del Espíritu Santo y de Su Palabra. Así somos puestos nuevamente en el camino de regreso a casa, brindándosenos nuevamente la oportunidad de “vislumbrar” al Padre en la faz de Jesucristo.
Aquí también, como en Edén, se nos coloca frente a la prerrogativa de elegir. Dos opciones nos son colocadas delante: la vida y la muerte. Dios hizo lo suyo, ahora dependerá de nuestra obediencia.
Jesús habló de que “el que pierde su vida por causa de Mi, la hallará”, habló de muertepara vivir, casi como si fuera un contrasentido espiritual. Pero Él sabía lo que había en el hombre (San Juan 2: 24 y 25) y sabía dónde estaba nuestro mayor problema: ¡en nuestro ego, obstinado y competitivo! Nos habló del “camino angosto”, el que “pocos hallarían”, nos dijo que “el que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser su discípulo” (he aquí -en estas palabras- uno de los mayores “hachazos” al “moderno evangelio de la prosperidad”), y nos mostró, con su ejemplo, lo que significa “perder la vida”, lo cual se interpreta como la “muerte del Yo”, y que solo puede ser realizada por la cruz. Y esto no por la que él llevó, sino por nuestra cruz, la cruz particular de cada uno, la mía.
En la de Él pagó por nuestros pecados, nos lavó con sangre, y nos dio el “espaldarazo” inicial. Por el Nuevo Nacimiento somos colocados en el camino, el que Él transitó y nos mostró como única alternativa viable. Por ello dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (San Juan 14: 6) “Nadie viene al Padre, si no es por mí”.
De ninguna manera se nos eximió de la responsabilidad de elegir, porque aún como “nuevas criaturas”, todavía tenemos el problema del YO a cuestas. Con Cristo comenzamos “de cero” (el pasado no se toma más en cuenta -Isaías 43: 25- ) ¡pero si nuestro nuevo presente!
Porque aún hoy, hijos suyos y teniendo y siendo morada del Espíritu Santo, podemos caer en desobediencia. Por ser salvos no nos es dado un “pasaporte” que nos excusa de la obediencia cotidiana, a cabalidad. Jesús fue categórico y tajante, porque la Verdad lo es (Hebreos 4: 12 y 13).
A veces divorciamos esta realidad y entramos en un conformismo rayano en la locura, creyéndonos inmunes sólo porque estamos en Cristo.
Sólo hay seguridad en Él cuando permanezca en fidelidad en Él.
La superficialidad con que hoy se expone el evangelio es mortífera. Un conformismo hipnótico ha generado un compromiso liviano y repulsivo que hasta a Dios le parece darle “arcadas” (Apocalipsis 3: 16 dice: “… por cuanto eres tibio te vomitaré de mi boca”)
¡Cuidado, que esto no se lo dice a los impíos sino a una iglesia!
Si nuestro “yo” no es crucificado juntamente con Cristo (Gálatas 2: 20) de nada sirve ni servirá mi pretendido cristianismo. Podré figurar y regodearme en esta tierra en toda tarea pseudocristiana posible, pero… “¿de qué sirve al hombre ganar todo el mundo si perdiere su alma? ¿Qué recompensa dará el hombre por su alma?” ¿Sus templos, sus credenciales de ministro? ¿Los prosélitos que ha logrado?
Dios solo admite “egos” crucificados. Sus nombres están en el libro de la vida. “Al que venciere, le daré se siente conmigo en mi trono…” (Apocalipsis 3: 21).
¿Cómo? ¿No somos todos salvos? ¿Qué hay que vencer?
Venciéndonos a nosotros mismos y sujetándonos fuertemente a la cruz, ya no viviremos nosotros, sino Cristo en nosotros, y esto es…ESPERANZA DE GLORIA! -
“El que ama su vida, la perderá, y el que pierde su vida por causa de mi, la hallara”. No nos engañemos con evangelios frívolos que no nos exponen a la verdad. Jesús lo advirtió: “Mirad que nadie os engañe” -mateo 24:4-, “NADIE”…, SIN EXEPCIONES!
Es que en el ser humano no hay garantías. Aun en los mas llenos del Espíritu Santo existe la propensión al desvió, la posibilidad del yerro,  a la desobediencia en algún aspecto de su vida interior.  Solo en la posición de cruz hay remedio y sujeción. Solo hay verdadera libertad estando en la completa Voluntad de Dios!
Somos propensos a creer que, por que estamos en Cristo, ya tenemos todo solucionado. El es el camino a recorrer y no una mecedora en la cual seré llevado en andas. Hemos tergiversado la Palabra, nos han y nos hemos mentido para congratular “la carne”. La comodidad nos ha jugado en contra. La liviandad nos hizo poner la mira en las cosas agradables a los ojos y volvemos a comer de “lo prohibido”. Nos hemos mezclado con las “naciones paganas” que nos rodean y adoramos sus ídolos, y hasta hemos engendrado “hijos extraños” -Oseas 5:7-; Exaltamos a los “ungidos” colocándoles una aureola coronada con vítores y aplausos humanos y que Dios abomina. Nos parece, y aprovechan nuestra ingenuidad para engañarnos, que por ser utilizados por Dios esto les da crédito para hacer cualquier cosa, decir cualquier cosa, moverse como se les antoja, etc., etc.

Parte 2

Dice el Señor en su palabra:”Pueblo mió. los que te guían te engañan, y tuercen el curso de tus caminos” -Isaías 3:12-; Cuantos están torciendo las escrituras y llevando al pueblo de Dios a vagar en pos de quimeras pseudos-espirituales?, cuantos están torciendo los textos bíblicos para agenciarse ganancia! “Medran”, dice la Biblia…(lucran).
Nos parece nuevo el que esto suceda?, no fuimos amonestados por el Señor? -Mateo 24:4-; de quien es la culpa, entonces?
Vemos “egos” que, lejos de exponer verdades desde la óptica de la cruz, se ufanan en sus divagaciones personales, en sus propios criterios, en sus “interpretaciones privadas”. Y, si, lideres que nos asombraron en un principio, porque Dios les había dado un talento especial y una unción particular que desbordaba, pero, quien “garantizaba” un día no se iban a deslizar? Quien aseguraba, que, en medio de esa euforia en que parecían estar envueltos, llevarían sus vidas mas a la cruz y rendirían solo gloria a Dios?
¿Qué pondrían sus coronas, del aplauso y la aprobación humana, a los pies del Rey? (Apoc. 4:10,11)
Dios tiene garantía en si mismo! “Es imposible que Dios mienta”, pero de ahí en mas…, no hubo, ni hay, ni habrá ser humano que pueda arrogarse infabilidad alguna. Que lo pretendan, allá ellos, pero nosotros nos atenemos a lo que Dios es. Jesús mismo fue tentado por la vanagloria humana, sensiblemente le dijeron: Maestro “bueno”…
Pero enseguida salio al cruce de este adulador por conveniencia y respondió: “ ¿Por qué me llamas Bueno? NINGUNO HAY BUENO, SOLO DIOS”
Precisaremos mas?
Que nos creemos? Si Dios no hace acepción de personas, porque lo hacemos nosotros?
No sabemos que la exaltación del “ego” puede perturbar al adulado y arrojarle al infierno?
Jesús acusaba a sus contemporáneos de que buscaban “gloria los unos de los otros”, y no buscaban la gloria que solo viene de Dios- Jn. 5:44.
Eran esclavos de su egolatría, tal cual sucede hoy en tantos cristianos. En tantos líderes que -aún ungidos- desvían la atención de sus seguidores y mueven la maquinaria de sus ministerios a la exaltación del hombre por el hombre.
Se vanaglorian en sus “éxitos” y lo pregonan a diestra y siniestra.
Cuando Jesús realizaba sus más portentosos milagros, lo primero que hacía era decirles a los favorecidos: “No le cuentes a nadie”. Igual que hoy, ¿no?
¡Cómo nos gusta la promoción! ¡Cómo nos congratula el conocimiento! ¡Qué fácil nos envanecemos! ¡Con cuanta alharaca publicamos nuestros logros! ¡Cómo nos encanta ser tenidos en cuenta! ¡No escatimamos esfuerzo alguno en la promoción de lo nuestro, y en “como estamos siendo utilizados por Dios”!
Nuestra imagen recorre el mundo. Explotamos los medios a nuestro favor. No hay costo, por mayor que sea, que ponga límites a nuestra avidez.
A veces, quizás sin pretenderlo, relegamos a Dios a un costado, y centramos la atención general en nosotros mismos, o en la unción, o en el mover de Dios, terminando por colocarnos -o permitir que nos coloquen- una aureola de identificación que nos caracteriza y nos pone por encima de los demás; de paso comenzamos a utilizar esto como trampolín, para promovernos más allá de los límites permitidos, y dando así lugar a que nuestro “ego” haga las locuras más extraordinarias posibles. Qué triste final para un buen comienzo…

PARTE 3

Muchos se “escudan” en sus ministerios y crean un aura de “intocables” personalizado, sabiendo cómo actuar frente a la impavidez de sus seguidores; saben de “psicología de masas” y cómo manejar el asunto bajo una pretendida “concesión divina” a sus actos, como que han obtenido una franquicia especial de parte de Dios, para negociar a sus anchas y hacer como mejor les parezca.
No sólo ellos son culpables, el pueblo obsecuente también tiene la suya. Los cándidos seguidores, como ovejas sin discernimiento, no reparan en adjudicarles una autoridad que está más allá de lo permitido en la Palabra.
Algunos líderes hasta han osado proferir maldiciones contra cualquiera que objete su ministerio. Gustan de la adulación y que todos respondan con un fuerte “¡Amén!” a su aseveraciones. Toda contradicción no es recibida ni la admiten en su fuero personal. No toleran rivales. Cualquiera que pretenda objetarles algunas de sus declaraciones, es considerado como enemigo, como alguien que busca la contienda, carente de visión, sin fe, etc. Gustan de la aprobación instantánea. Son drásticos en sus dichos, categóricos, de “fuerte personalidad” humana, a veces disfrazada de “autoridad espiritual”.
Carecen por completo de la humildad de Jesús, porque ya fueron muy lejos y no les queda nada del espíritu de Dios. Sus “egos” han prevalecido y ya Dios no contiende con ellos. (Gen. 6:3; Is. 57:16)
No admiten la censura ni ser investigados. Tienen una fuerte “reserva personal”. Solo ellos, o unos pocos, saben la verdad sobre la economía que manejan. Solo aceptan como integrantes de su círculo íntimo a quienes doblan su cerviz ante ellos en santa resignación. A obsecuentes que-el lo sabe bien- jamás le van a cuestionar algo; y muy por dentro, su privacidad es completa, ya que solo tienen comunión con su propio “ego”. Se hablan a si mismos. Su oración es un monologo de expresiones egoístas y que solo apuntan al desarrollo de lo que tienen a mano. Creen tener el “guiño” de Dios y esto les da viento a sus olas de “visionarios y soñadores”. Programan “sus revelaciones” y lanzan “profecías” que rara vez se cumplen, a veces bajo la cobertura de espíritus de adivinación. (Ezeq. 13:6) Ya que lo que dicen no corrige al pueblo ni hace volver el corazón de ellos a Dios.
(Leer y analizar bien Jeremías  cap. 23 y Ezeq. 13)
Jesús los llama:”ciegos, guías de ciego”-Mt. 15:14- (Ver Apoc. 3:17)
Amado lector: En Cristo no hay “medias tinta, o somos completamente de El, o no lo somos para nada!
Este da para mucho mas, pero “tenemos la palabra profética mas segura, a la cual hacéis bien en ESTAR ATENTOS”- 2º Pedro 1:19-, “como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”.
Si no obedecemos a su palabra, no nos persuadiremos ni aun viniendo el propio Moisés a amonestarnos- Lucas 16:31-
Busquemos nuestra sanidad y que, por el poder del Espíritu Santo, podamos llevar en forma constate nuestro “ego” a la cruz; es lo único que garantiza el verdadero “éxito” en nuestra vida cristiana. No hay otro camino: JESÚS!, no hay otra verdad: JESÚS!, y no hay otra vida: JESÚS!
Bendiciones. Carlos.
       

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